Regla de Vida

del Apostolado del Cenáculo Misionero

El Concejo General del Apostolado del Cenáculo Misionero adoptó esta Regla de Vida el 13 de octubre de 1984 después de un año de estudio y consulta de la membresía en general. Se basa en la Regla de Vida adoptada en junio de 1983 por los Cenáculos Generales de las Siervas Misioneras de la Santísima Trinidad y los Siervos Misioneros de la Santísima Trinidad. Se hicieron otras revisiones en el año 2007. Las palabras en letra cursiva son citas directas del Padre Judge.

La Regla de Vida y Constitución del ACM consta de 42 puntos, pero a continuación se presentarán los primeros 8, los cuales hacen referencia a nuestra identidad y propósito:
1. Nuestro Señor albergó en su corazón el gran deseo de crear un espíritu, un espíritu misionero, un ardor evangélico que se extendiera por el mundo entero. El vino a prender fuego en el mundo, y quiso que éste ardiera (Lucas 12,49). El Espíritu Santo encendió este fuego en nuestros corazones. Esta es nuestra herencia: el espíritu apostólico, el espíritu de los Evangelios, el espíritu católico. El espíritu del Cenáculo es caridad, caridad ardiente.

IDENTIDAD Y PROPÓSITO

2. Nosotros, el Apostolado del Cenáculo Misionero (ACM), somos una asociación autónoma e internacional de fieles católicos, quienes hemos sido llamados por Dios para ser misioneros en la providencia de la vida diaria. Tenemos una relación especial con las Siervas Misioneras de la Santísima Trinidad, los Siervos Misioneros de la Santísima Trinidad, y el Instituto de la Beatísima Trinidad. Juntos formamos la Familia del Cenáculo Misionero.

2.1 Anteriormente llamado El Cenáculo Misionero Exterior, fuimos fundados por el Padre Tomás Agustín Judge, C.M., en el año 1909 en la ciudad de Brooklyn, New York. Los institutos religiosos y seglares de la Familia del Cenáculo Misionero encontraron sus raíces en este Cenáculo Misionero Exterior.

2.2 El ACM se compone de laicos católicos mayores de dieciocho años, que son llamados primordialmente a una santidad de vida al compartir las metas apostólicas del Apostolado del Cenáculo Misionero.

2.3 El ACM se compone de Asociados, miembros con todos los derechos, y Candidatos, miembros en formación básica con derechos limitados. Los derechos y obligaciones de los Asociados y Candidatos están definidos en las Normas y Políticas.
3. Por la manera en que vivimos nuestras vidas aspiramos ante todo glorificar al Dios Trino. Seguimos las huellas de los apóstoles, quienes llenos del Espíritu Santo, salieron del Cenáculo a propagar por todas partes el conocimiento y el amor de Jesús. Vivimos y laboramos para que el nombre del Señor sea santificado, para que venga a nosotros su Reino y para que se haga su santa voluntad (Mateo 6,9-10).

4. El pensamiento misionero, la idea misionera, la acción misionera, deben ser dominantes en nuestros Cenáculos Misioneros. Respondemos a las urgentes necesidades del presente llevando a cabo obras que la Iglesia considera que son buenas y necesarias, y que han sido abandonadas. En todos nuestros empeños apostólicos reconocemos la autoridad de los obispos y su papel especial como símbolos de unidad y como pastores de las iglesias locales.

4.1 En la providencia de nuestras vidas diarias, buscamos oportunidades de servir a los económica y espiritualmente pobres y abandonados, especialmente aquellos que no experimentan el amor de Dios. Vivimos las enseñanzas del Evangelio en nuestros hogares, nuestros lugares de trabajo, nuestras comunidades y nuestras recreaciones.
5. Nuestra misión específica es la preservación de la fe en las regiones y entre los grupos de personas espiritualmente olvidadas y abandonadas. Nuestro mayor esfuerzo lo dedicamos a desarrollar el espíritu misionero entre los laicos, con la meta de que todo católico sea un apóstol.
5.1 En nuestra labor apostólica buscamos especialmente a los católicos que no practican plenamente su fe o quienes están en peligro de perder la fe católica que es su herencia.
5.2 Hemos de manifestar una preocupación particular por la vida familiar, especialmente a favor del desarrollo espiritual y moral de niños y jóvenes.

5.3 Reconociendo el poder del laicado de ser apóstoles, invitamos a los que nos rodean a que hagan lo mismo.

6. Hemos de tener un celo ardiente por los pobres y por aquellos desposeídos de todas las cosas espirituales y por las víctimas de la injusticia. La caridad nos insta a actuar en nombre de la justicia como parte integral de nuestra tarea de anunciar la venida del Reino. Como respuesta a los impulsos del Espíritu Santo y las enseñanzas sociales de la Iglesia, trabajamos para proclamar el Evangelio y corregir las injusticias.

7. El espíritu del Cenáculo es un espíritu católico, un amor vivo, ardiente y activo hacia Dios y hacia el prójimo. Hemos de compartir este espíritu, promoviendo y apoyando los ministerios laicos en la misión de la Iglesia. Reconocemos que tenemos “dones diferentes, pero el mismo Espíritu; ministerios diferentes, pero el mismo Señor" (1 Corintios 12,4). Llevamos a cabo nuestros apostolados de tal manera que inspiramos y animamos a otros a participar más plenamente en el trabajo de la Iglesia.

8. Hemos de convocar a hombres y mujeres de espíritu apostólico desde lo ordinario de la vida para que sean Asociados en el Apostolado del Cenáculo Misionero y animar a quienes se sientan llamados a ser miembros de las otras ramas de la Familia del Cenáculo Misionero. El espíritu de familia debe manifestarse a través de la consideración mutua entre los miembros de las ramas religiosas y laicas, y cuando sea posible, a través de la colaboración en obras apostólicas. Es nuestra responsabilidad particular, como misioneros seglares del Cenáculo, transmitir este espíritu del Cenáculo. El Padre Judge manifestó, que

si se mantiene el espíritu auténtico y
se transmite el espíritu original,
esta idea de familia engendrará los más hermosos frutos,
para honor y gloria de Dios y para la edificación de la Iglesia.